miércoles, 20 de julio de 2011

Contame un cuento. Oxígeno

Después de un viaje que pareció mas largo que siempre, llegamos al encuentro del oxígeno visual y mental por el que vinimos. El paisaje siempre fiel, nos recibió con sus celestes guardapolvos de mar y vaivenes de olas, surcando nuestros ojos de verde naturaleza y lagrimas de lluvia para curarnos de tanta rutina de cemento y trabajo. La apacible danza de las costas nos habló en su idioma de un pulso acelerado en las espaldas “casi” sin notarlo y debíamos abandonar en esos días de vacaciones. Así, permitimos respirarnos y bruñirnos por la tranquilidad del lugar como eslabones engranados. Fueron días de descubrimientos, los mismos de cada venida pero siempre sorprendente y disfrutable, masajes y mimos intangibles a nuestra limitada humanidad que necesitaba reinventarse; y aquí, sin relojes estrechos, sin tecnología, ni caras conocidas, fue reparador reencontrarnos. El diagnostico y sus resultados fueron acertados, a poco de llegar perdimos la noción del tiempo y los días. Descubrimos que sigue cayendo el atardecer sobre las fauces de algún paisaje en cuestión de instantes, estemos atentos o no, pero esta vez tomamos la precaución de inmortalizar esos momentos en nuestras mentes, visitamos playas, acantilados, lagunas, centros…
Colores que poco a poco fueron prendándose en nuestros cuerpos y fusionándose en nosotros para armonizar algunas sombras y ojeras, reivindicamos así, las arrugas de la risa con satisfacción, trepamos escaleras, pescamos, mezclamos actividades tan disímiles como juntar piñas, comprar calzados o mandarnos a hacer remeras personales.
Preparar nuestros cuerpos, fue un volver a descubrirse. La desnudez y despreocupación de torsos, muslos y extremidades ocultas, rápidamente estuvieron listas para sanarse de tanto invierno, acción que resulta siempre la antesala de comenzar a acariciarse con la mirada y acabar en las sábanas, las mismas que guardaran por siempre nuestros secretos, deseos y felices agotamientos, bordando placeres y lujurias al silencio de un niño que es mecido por alguna sabana nodriza que acuna encantada en cada luna los cansancios de arena y mar mientras vela al mismo tiempo por sus dulces sueños de almohada y plumón.
Todo se convirtió en placer eterno y diversión, acciones que formarán por siempre parte importante de nuestro arcòn de los recuerdos, donde una vez, dejamos de ser un poco cada uno, para formar un mejor nosotros.